SALAMANCA: POR CAJAL Y LA CIENCIA

HOMENAJE A D. SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

Raquel Carnero y Luis Marcos

Raquel Carnero y Luis Marcos

En nuestra más tierna infancia, en nuestros primeros estudios de biología, nos explicaron las partes de una célula eucariota. Por aquel entonces, de su dibujo “no digital” (eran otros tiempos) salían simpáticas flechitas para nombrarlas. Una de ellas partía de un orgánulo llamado Aparato de Golgi. Seguro que a muchos os suena.

Se llama así por un científico italiano llamado… Golgi, claro. A Bartolomeo Camillo Emilio Golgi le conocemos sobre todo por eso, pero desarrolló investigaciones cruciales sobre el tejido nervioso. Tan cruciales que le dieron el Premio Nobel de Medicina en 1906. Pero también lo fueron las de un tal Santiago Ramón y Cajal, así que compartieron el premio.

Los dos fueron unos genios, pero el reconocimiento de su gente, pasado más de un siglo, no es el mismo, porque Golgi cuenta con dos museos, uno en la Universidad de Pavía y otro en Corteno Golgi, ambos con un gran respaldo institucional.

Allí lo llevan a gala. También las instituciones, el gobierno. Es lo lógico. Tener a alguien como Golgi es motivo de orgullo para cualquier país. Lo mismo ocurre por aquí con Ramón y Cajal… o casi. Todos nos enorgullecemos de él. Es muy conocido, puede que hasta popular.

Entonces, ¿por qué no tenemos un museo dedicado a uno de nuestros más ilustres científicos como sí ocurre en otros países? ¿Tantos Nobel tenemos? La verdad es que llama la atención y resulta preocupante. A mí no me parece normal. Es incoherente que hoy día, con tantos esfuerzos por fomentar la ciencia y la cultura, se muestre desidia por un proyecto como el de crear un museo dedicado a su figura.

No hablamos solo de la persona, sino del legado. Cajal creó escuela y se preocupó por fomentar la ciencia en un país atrasado al que adoraba. Como visionario que era, fundó la Junta para la Ampliación de Estudios y envió a muchos estudiantes al extranjero para mejorar su formación. Si alguno de sus discípulos no gano el Nobel como él, se debió más a la situación política en España que a la falta de méritos.

También fuera de nuestras fronteras era toda una una autoridad. El propio Florey, ganador de un Premio Nobel de Medicina por el descubrimiento de la penicilina (compartido con Fleming y Chain) fue uno de los investigadores que vino a España para aprender del maestro.

Tras lo expuesto, la necesidad de un museo Cajal no necesita más justificación. Y es que ya lo decía él, que con las ideas hay que hacer algo. A ver si la idea de un Museo Ramón y Cajal llega, por fin, a buen puerto.

Raquel Carnero y Luis Marcos


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