SALAMANCA: POR CAJAL Y LA CIENCIA

HOMENAJE A D. SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL

ISABEL, UNA REINA PARA LA ETERNIDAD

Sirva la exposición ISABEL, UNA REINA PARA LA ETERNIDAD de nuestro admirado Alberto Romero como homenaje a la extraordinaria finalista Isabel I, en El Mejor de la Historia.


Existe una gran diferencia entre amar y querer. “El Principito” nos lo explica de este modo tan sublime en este diálogo inolvidable con La Rosa.

—Te amo —le dijo El principito.

—Yo también te quiero —respondió La Rosa.

—Pero no es lo mismo —respondió él, y luego continuó.

 —Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía. Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.

—Ya entendí —dijo La Rosa.

—No lo entiendas, vívelo —dijo El Principito.

Alberto Romero —El artista de la Historia— ama profundamente a Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica. No sólo la ha entendido, también la ha vivido como nadie. Y es que, instantáneamente, al contemplar todos y cada uno de los rostros de su nueva exposición, “ISABEL, UNA REINA PARA LA ETERNIDAD”, comprendemos que tienen vida; que nos hablan, que nos invitan al silencio o la reflexión; que, al mismo tiempo, fuerzan nuestra mirada hacia un pasado glorioso, un eterno presente y un esperanzador futuro.

Se ama lo que se conoce; por esta razón, Alberto Romero ama profundamente a Isabel la Católica. Me consta que con ella ha mantenido largos y profundos diálogos y confesiones, mientras el Sol dejaba caer sus rayos a través de la ventana de su taller. Es verdad que, como afirma Ana Sánchez-Pamplona —Comisaria de esta exposición— «Al contemplar las primeras obras nos sentimos atrapados de inmediato por esa rica amalgama de materiales y colores tan característicos de su estilo Retro/Pop/Art»; pero, también, lo es el que han sido concebidas para conmover, para llenar nuestra alma de paz infinita y eterna.

Quienes conocemos bien la obra artística de Alberto Romero, sabíamos que en “Isabel, una Reina para la Eternidad”, íbamos a encontrar una obra de autor, perfectamente reconocible, matérica, orgánica, textural y volumétrica; un trabajo artístico altamente creativo, realizado con materiales orgánicos: madera, papel, poliéster, cola, serrín o el polvo de mármol; una creación de inspiración modernista, articulada —dentro de lo regio de todos los personajes que suele pintar y esculpir—, con un pronunciado colorido, espontaneidad, frescura, alegría y vitalidad; pero, hete aquí que, además de todo esto, hemos encontrado algo más, mucho más, algo que supera todas nuestras expectativas. En palabras de Carlos Stuart y Martínez de Irujo —Duque de Alba—, «En esta ocasión, la exposición de Alberto Romero nos depara una muy agradable sorpresa».

Si, efectivamente, la obra de Alberto Romero no deja indiferente a nadie. Una ilustre visitante, Paulina López Pita, —historiadora medievalista y numeraria de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo— interrumpiendo cariñosa y respetuosamente la conversación que manteníamos sobre la obra, nos pregunta:

«¿Me podrían decir si esta exposición se va a quedar de forma permanente en Toledo?».

Ciertamente, la muestra —compuesta por casi 40 obras inéditas y una escultura en bronce—, concebida para conmemorar el 550 aniversario de la coronación de Isabel I de Castilla, a la que Alberto Romero le ha dedicado intensos años, lo merece. Como él mismo comenta: «Es una exposición muy didáctica, del máximo interés para los centros educativos, que realiza un recorrido desde el nacimiento de la reina hasta su fallecimiento».

—Fíjate en este cuadro de la Reina Isabel —me comenta con pasión. Observa su fortaleza y poder, su carácter andrógino, de mujer que vivía en un mundo de hombres, en un momento histórico decisivo, de conformación del Estado español, del Descubrimiento de América y el inicio de una nueva era de la Historia de la Humanidad. 

—Sí, indudablemente —comento yo— Isabel aúna las dos grandes fuerzas de la vida: la femenina, orientada a la religiosidad y espiritualidad, al alma, a las emociones, a la sutiliza, a la intuición, a la receptividad y a la entrega; la masculina, a la acción, al orden, la lógica, las reglas y la estructura. Vamos, un equilibrio perfecto, un mix maravilloso de las dos grandes fuerzas.

Como he escrito en alguna otra ocasión, a quienes me preguntan por Alberto Romero les digo que, esencialmente, es un artista toledano contemporáneo, coherente con sus raíces y sus tradiciones. Un visionario del arte, de plena actualidad hoy y mañana, pues los personajes que interpreta seguirán velando por todos nosotros desde el Olimpo de la Historia.

Al contemplar el cuadro principal de la exposición, centramos nuestra mirada en los expresivos ojos de Isabel. Tras un largo y profundo silencio, me dice:

—Sabes, José Antonio, he llorado muchas veces mientras mis pinceles dibujaban esta mirada profunda. Sí, lo confieso: he llorado muchas veces al reconocer en ella una mirada inquebrantable, de valor y valentía; de gran amor por sus tierras y sus gentes; de recto actuar y visión de futuro; de regia y excelsa figura.

—¿Y has encontrado en su presencia la serenidad que todo ser humano anhela en esta vida? —le pregunto.

—Sí, su serena presencia ha sido y seguirá siendo para mí una fuente de agua pura y cristalina para saciar mi alma de artista. Con humildad he tratado de hacer de su mirada profunda una ventana abierta al mundo, el mismo que ella supo vislumbrar.

‘Isabel, una Reina para la Eternidad’, que se expondrá en el Centro Cultural San Marcos de Toledo desde el próximo viernes 22 de marzo hasta el 2 de junio, supone, a juicio de la Concejala de Cultura, Ana Pérez, «un gran apoyo e impulso para la candidatura de Toledo a la Capitalidad Europea de la Cultura en el año 2031».

José Antonio Hernández de la Moya


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